En un mundo que premia el control, la eficiencia y la imagen, muchas personas han aprendido —a veces sin querer— a desconectarse de sus emociones. Nos enseñaron que sentir demasiado es una debilidad, que mostrarse vulnerable es peligroso y que lo mejor es «seguir adelante» sin detenerse a procesar lo que duele. Sin embargo, vivir desde la desconexión emocional solo prolonga el malestar interno y debilita nuestra capacidad de estar presentes, de conectar con otros y de construir una vida auténtica. Reaprender a sentir, aunque desafiante, es uno de los actos más valientes y transformadores que podemos realizar.
Algunas personas, al no saber cómo manejar lo que sienten, terminan refugiándose en experiencias donde la emoción no tiene lugar. Esto puede incluir relaciones sin compromiso, dinámicas evasivas o incluso encuentros con escorts, donde la interacción se percibe como clara, limitada y emocionalmente «segura». Sin embargo, este tipo de elecciones, aunque válidas desde la autonomía individual, pueden reflejar una evasión de lo que realmente necesita atención: la propia vida emocional. Reaprender a sentir no significa exponerse sin control, sino recuperar el derecho a estar presentes en nuestra humanidad, sin miedo a lo que surja dentro.
Desaprender la vergüenza asociada a sentir
Uno de los primeros desafíos al reaprender a sentir es desmontar la creencia de que las emociones son incómodas, irracionales o problemáticas. Desde la infancia, muchas personas reciben el mensaje de que deben «portarse bien», no hacer «escenas», no llorar «por tonterías». Así, el cuerpo aprende a tensarse ante la tristeza, a esconder el miedo, a disfrazar la necesidad de afecto.
Pero las emociones no son el enemigo. Son señales internas que nos muestran qué está vivo dentro de nosotros: lo que nos importa, lo que nos duele, lo que anhelamos. Sentir no te hace débil; te hace humano. Reconocer tus emociones es el primer paso para relacionarte contigo desde la honestidad, en lugar de desde el juicio.
Una práctica útil es notar cuándo te avergüenzas por sentir. ¿Te disculpas por llorar? ¿Minimizas tu malestar para no incomodar? Observar estos gestos te ayuda a darte cuenta de cuánto has aprendido a desconectarte, y también de cuán necesario es reconectar.
Escuchar el cuerpo como puerta a la emoción
Muchas veces, antes de que una emoción llegue a nuestra conciencia, ya se ha manifestado en el cuerpo. Un nudo en la garganta, una presión en el pecho, un vacío en el estómago… Son formas en que el cuerpo habla cuando las palabras todavía no aparecen. Reaprender a sentir implica también volver al cuerpo como espacio de sabiduría.

Puedes practicar esto en silencio, tomándote unos minutos cada día para escanear tu cuerpo y preguntarte: ¿Dónde siento tensión? ¿Qué emoción podría estar asociada a esta sensación? ¿Qué me está pidiendo esta parte de mí? Al principio puede parecer confuso, pero con el tiempo se convierte en una forma valiosa de autoconocimiento.
También es importante permitir que el cuerpo exprese: moverte, llorar, respirar profundo, escribir o incluso descansar son maneras válidas de honrar lo que sientes. No siempre necesitas comprenderlo todo de inmediato; a veces, simplemente necesitas permitirte sentir sin presionarte por una explicación lógica.
Sentir con límites: la emoción no significa desborde
Uno de los miedos más comunes al reconectar con las emociones es la idea de perder el control. Muchas personas temen que si se permiten sentir, se van a desbordar, a deprimir o a quedar atrapadas en el dolor. Por eso, reaprender a sentir también implica aprender a sostenerte con recursos internos.
La emoción no tiene que ser una tormenta. Puede ser una ola que sabes surfear. Puedes darte permiso para sentir, pero también darte espacio para descansar, tomar distancia o pedir ayuda. La clave está en no volver a cerrarte, sino en aprender a regular lo que sientes con cuidado y compasión.
Reaprender la emoción no es regresar al pasado, sino avanzar con más conciencia. Es decirte a ti mismo: mereces sentir, mereces entenderte, mereces vivir una vida donde estés presente de verdad.